CIUDAD DE MÉXICO, 24 DE JULIO DE 2020.- Los Esfuerzos para Corregir la Orientación Sexual o Identidad de Género (Ecosig) pueden desarrollarse de manera inconsciente, psicológica, con o sin violencia, pero quienes lo han padecido concluyen que es una manifestación clara de la discriminación que lleva hasta la violación de derechos humanos.
Iván siempre supo que era homosexual, pero crecer en un ambiente religioso le hacía cuestionar quién era. Quería «salvar su alma» y cumplir con las expectativas sociales y a los 15 años ingresó al Grupo de Apoyo San Agustín, donde le aseguraron que dejaría de ser homosexual.
Luego de las pláticas y sesiones, Iván fue llevado a un retiro, a bordo de un camión sin ventanas. Nunca supo dónde estuvo, pero lo describe como una especie de campo de concentración.
«Cuando nos suben al camión nos empiezan a amenazar. Decían 20 groserías, dos palabras. Lo que hicieron ahí fue privarme de la libertad. Fue todo un fin de semana donde no nos dejaron dormir, todo el tiempo escuchamos gritos, nos sentaban en una mesa para escuchar testimonios de ex gays y no te dejan comer. El único momento en el que puedes cerrar los ojos es cuando te aplican una regresión. Como un torturador», cuenta Iván.
Le hicieron creer que su homosexualidad se debía a un abuso perpetrado por su padre, lo cual no era verdad. Todo ese tiempo Iván pensó que alguien lo había violado, pero dos años después aceptó su orientación sexual, huyó de su casa y fundó Yaaj, organización que ha impulsado la ley contra los Ecosig, que hoy se discutirá en el Congreso.
Con la intención de volver heterosexual a Emiliano, un familiar lo llevó a otro país para que tuviera relaciones con mujeres, pero el joven de 19 años tenía clara su orientación sexual. Su experiencia no involucró agresiones físicas, pero Emiliano se enfrentó a la homofobia de uno de sus familiares y perdió el apoyo para seguir estudiando.
«Me llevó con muchos psicólogos a que me dijeran lo que él quería que me dijeran, que estaba mal, que estaba confundido. Sí era pesado, yo vivía en la Condesa y mientras todas las personas estaban buscando entre los escombros que dejó el temblor, yo caminaba a la terapia para que me quitaran lo gay», relata.
Emiliano tuvo el apoyo de una tía, quien lo alojó mientras conseguía trabajo y regresaba a la escuela, su vida cambió, pero supo reponerse y vivir su vida luchando por sus derechos.
La historia de Carmen comenzó con una ruptura sentimental. Siendo cristiana encontró un grupo, donde una psicóloga la apoyó en su proceso para volverse heterosexual.
«Empecé estas sesiones una vez a la semana, duraron dos años y parecía que había un progreso porque dejé de ver a la persona con la que salía. Lo que viví fue violencia psicológica. Coartaron mi libertad para cumplir con la norma heterosexual», narra.
Su psicóloga le dijo que debía tener algún trauma de la infancia que la llevó a caer en una relación homosexual, la hicieron dudar y pensar que se estaba alejando de Dios hasta que volvió a sentir atracción por una mujer, lo que ocultó por mucho tiempo, hasta que decidió abandonar su Iglesia.
Actualmente, Carmen está comprometida, se siente plena y es consciente que lo que vivió fue un Ecosig.
