Montajes de Estado

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Todos los montajes que hemos visto millones de mexicanos a través de las pantallas chicas han sido fraguados por el propio gobierno con una perturbadora influencia en los medios masivos de comunicación. La libertad ha sido y es acotada desvergonzadamente mientras se envenenan las mentes de los televidentes mediante “culebrones” –como les llaman en España acaso por sus picaduras-, que han convertido en mito la historia de las muchachas humildes cuya mayor aspiración es que el patrón se enamore de ellas hasta llegar al altar.

La trama es tan repetitiva que ofende la inteligencia del colectivo y la sumisa paciencia de los espectadores que, eso sí, se atreven a cuestionar cualquier cosa sin la menor idea de los hechos. ¡Hay tantos que ya tengo una colección de ellos, sin conocimiento básico siquiera de la ortografía!

Por ello todavía hay defensores del último acto de simulación para encandilar a las masas por la vía del deslumbramiento y a falsedad.

Lo tenemos presente.

El presidente vigente caminó, solamente con la compañía de su esposa Beatriz –una mujer de buen gusto y con mayor cultura que su marido-, por los corredores vacíos del Palacio Nacional como señal de austeridad y prudencia ante el agobio general. Y dio el emblemático “Grito de Dolores” sin la compañía de sus hijos y esposas, modificando el protocolo dinástico aun cuando, en el caso actual, los jóvenes López Beltrán tienen juego político y frecuentan sitios elegantes dentro y fuera del país sin ser expuestos.

El poder no conoce límites. Menos cuando se ejerce con perspectivas sectarias y maniqueas. Por ejemplo, cuando el grupo “Los Zodiacos” fue apresado, el entonces secretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna, cooptó a un reportero, Pablo Reinah, para filmar a toro pasado la falsa captura de la francesa cínica, Florence Cassez, y culpar de ello al conductor del noticiario. El tema acabó muy mal cuando hasta el entonces presidente de Francia, Nicolás Sarkozy, viajó a México con la intención de llevarse a la rehén sin conseguirlo y agriando con ello las relaciones bilaterales al grado de suspender el “año de México” en París.

Por ello se procedió con ayuda de USA contra García Luna, el protector del miserable Calderón, ni hubo querella alguna contra el reportero sinvergüenza; sólo se limitaron a convertir el hecho en un lugar común para golpear al conductor quien estaba en cabina y decidió despedir, inmediatamente, al informador de marras.

Y algo similar ocurrió hace dos años, tras el terremoto devastador del 19 de septiembre de 2017, cuando la Secretaría de Marina, en combinación con la reportera Danielle D´Iturbide inventaron el rescate de Frida Sofía, de quien se dijo, durante horas y para desviar la atención del público, estaba a la vista de los marinos que excavaban los escombros del Colegio Enrique Rébsamen.

Y volvió a señalarse por ello a quien ni siquiera estaba en la Ciudad de México a la hora del sismo sino en Mérida. La cuestión era, por supuesto, buscar los canales a la mano para silenciar al único que se atrevió, contra la consigna de su empresa, Televisa, a brindarle espacios a Andrés Manuel López Obrador cuando corría a consigna de sacarlo del aire totalmente en respuesta a las injurias de éste. Basta ver dónde está cada uno de los protagonistas hoy para centrarnos en la realidad.
Y quedó demostrado que se puede sobrevivir en el periodismo digno sin el ominoso peso de Televisa.
La anécdota

Durante la concentración de masas en el zócalo, hace casi un año, mientras una piloto de Interjet, Ximena García, soñaba con arrojar sobre la multitud una bomba, un grupo paseó una bandera de colores, símbolos del movimiento LGBTTTI, por la plancha del zócalo. No sé por qué me vino a la cabeza lo que me dijo, hace veinte años, Andrés Manuel en mi casa cuando le comunique que escribiría sobre el tema de “la cofradía de la mano caída”:

–No te metas con esos; de verdad, ellos sí son muy peligrosos y vengativos.

Pero no se trataba de infamarlos sino de exhibir las prácticas grotescas de algunos miembros del poder y sus sectas secretas con ominosos atajos sin lugar para la vergonzosa homofobia.

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