El gabinete nacional se bate en feroz disputa y levanta tsunamis de inmundicia que rebasan al Presidente. Tan solo en la última semana vimos desfilar, como en una novela de episodios, al fiscal ALEJANDRO GERTZ MANERO, el exjefe de la Unidad de Inteligencia Financiera SANTIAGO NIETO CASTILLO, el secretario particular ALEJANDRO ESQUER VERDUGO y el procurador fiscal CARLOS ROMERO ARANDA.
A cada cual lo suyo, distintas historias con un denominador común. El abuso de poder expresado en riqueza inexplicable, evasión fiscal, extorsión, empleo privado de dineros públicos y más.
El problema de fondo tiene que ver con la gestión desenfadada y poco ortodoxa del primer mandatario en el ejercicio del mando. Resultado de gobernar con ocurrencias, sin un plan de vuelo mesurado.
Desorden que genera desorden. Tempranamente enfrentó a los aspirantes a la sucesión (SHEINBAUM, EBRARD, MONREAL, entre otros) cuando todavía faltan tres años para el relevo.
Es desaseado su manejo de las jerarquías. Fama hay de que suministra órdenes encontradas en oficinas paralelas. Que aplica a destajo el aforismo romano de “divide y vencerás”.
Aquel que, a manera de consejo, se esgrime como táctica contra adversarios políticos. Aunque también hacia las jerarquías inferiores.
EL ADVERSARIO INTERNO
A veces se nos olvida que los colaboradores cercanos son siempre rivales en potencia. Ayudan pero también piensan y al opinar difieren. Más peligroso, pues, el enemigo de adentro porque conoce las debilidades del señor.
Las vergonzantes intimidades, sus zonas vulnerables. Y acaso noble la figura del adversario externo, porque lo dice, lo externa, se sitúa abiertamente en el campo opuesto.
El rival de adentro golpetea desde la oscuridad. Menoscaba, erosiona sin dar la cara. Coincide en lo general pero disiente en lo particular. Concuerda en propósitos, discrepa en metas específicas.
De ahí la necesidad de tenerlos enfrentados. Divide y controlarás. Lo vemos en el reino de las políticas públicas pero también en la lucha corporativa. Aplica igual en gabinetes presidenciales y asambleas de accionistas.
El que hace punta quiere a sus jerarcas inmediatos en perpetua disputa. Mantener el afán de querella en la periferia inmediata para evitar que apunten hacia el centro. Impedir a toda costa que cuando orinen para adentro lo hagan coaligados.
Acaso por ello, el gobernante de referencia se la vive amarrando navajas entre sus colaboradores inmediatos. Juegos perversos, perfidia, simulación, engaño, hipocresía. Ausencia de claridad, oscuridad en las intenciones. Trampas en los flujos de información.
Peor todavía, le divierte hacerlo, como si fuera un espectáculo chusco de marionetas movidas al antojo. Mire usted, con aquella sonrisa lobuna de titiritero cruel.
Naufraga su equipo entre un mar de dudas. ¿De verdad el presidente quiere que yo haga o diga esto?, ¿o me está probando, calando, usando como conejillo de indias para estudiar mis reacciones?, ¿en realidad soy yo una carta sucesoria o solo me utiliza como maniobra de distracción?
COSECHA INFAME
El acumulado de impaciencias y la obligación ingrata de tragar sapos cada semana generan agravios que se reflejan en la indisciplina del primer equipo. Hay hartazgo, ansiedad, molestia ante una conducción caprichosa que los exhibe y confronta.
De aquí los pleitos intestinos usando la prensa como catapulta. Y no cualquier prensa, los medios más odiados por el presidente, REFORMA, UNIVERSAL, PROCESO.
Acusaciones graves que en cualquier democracia moderna significarían la salida (cese o renuncia) de los personajes involucrados. No en México.
Y acaso pueda el que manda seguir culpando al adversario externo, descargando culpas sobre fifís, pirrurris, neoliberales, conservadores, prianistas, salinistas, calderonistas, intelectuales, científicos, académicos, artistas, escritores, periodistas.
La realidad es otra. Los borbotones de lodo agrio que todo lo impregnan y manchan vienen de muy adentro. De los frentes internos sembrados por el mismo AMLO desde el arranque.
Y, bueno, el segundo trienio del régimen empezó apenas el primero de diciembre pasado. Cuenta regresiva, cuando la meta ya está más cerca que el punto de partida.
Habrá mucho alboroto en la jungla, más batallas campales. Y, como dicen los cronistas deportivos, “un final de pronóstico reservado, no apto para cardiacos”. Para allá vamos.
BUZÓN: [email protected]
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