Cerca de las 4 de la tarde del 8 de diciembre del año 2009, el teléfono de Francisco Cuéllar Cardona, Director del periódico El Expreso, sonó. Era Mario Santiago Ruiz Pachuca, para extenderle una invitación a un festejo y para que corriera la voz a todos los reporteros asignados a la fuente del Gobierno.
La cena no era en El Granero, ni en ninguno de los restaurantes de prestigio de Ciudad Victoria, sino en la mera casa de Gobierno, donde por la noche celebraron una espléndida cena con quien fuera gobernador de Tamaulipas; Eugenio Hernández Flores. Allí, él les agradeció la cooperación y les pidió que «no se metieran en la bronca». Sus facturas iban a salir como de costumbre y un regalo, además.
¿Pero cuál bronca? El pleito entre el Cártel del Golfo contra Los Zetas. Desde que comenzó el pleito entre los cárteles, los principales medios de información en Tamaulipas; El Expreso, El Mercurio, El Diario, La Verdad, en la Capital, guardaron silencio bajo recomendación del Gobierno de Tamaulipas en cuanto a la ola de asesinatos y enfrentamientos armados, a cambio de sostener un acuerdo económico para la difusión de información oficial. No solo los periódicos; todos los reporteros de la fuente.
Las facturas, desde los $50 hasta los $100, $200, y hasta $300 mil pesos por periodista de parte de Geño Hernández, cobraron otra factura: un silencio ante la sociedad que se ahogaba en violencia.
En el mes de febrero del año 2010, veintitrés periodistas de Tamaulipas desaparecieron; extraoficialmente, se supo que los asesinaron los narcos. A algunos los quemaron vivos. Quizá, ni se enteraron.
Mientras edificaron enormes mansiones con alberca con dinero del presupuesto, se repartían plazas de maestros sin tener un perfil a modo, otros periodistas sufrían el acoso y la violencia del crimen organizado. La vida de estos periodistas fue lo que el Presidente, Andrés Manuel López Obrador, tachó como «periodistas fifís». Fotografías de compras en McAllen. Otros están de vacaciones en Nueva York, en el Mediterráneo y en Europa. Todo a costa del presupuesto mientras Tamaulipas ardía en balaceras y muertes.
Pero en el 2011, un evento asestó un duro golpe a sus bolsillos: el asesinato de Rodolfo Torre Cantú, pues ya apalabrado el manejo mediático, se desbarató al asumir al poder, Egidio Torre Cantú. Él no los quería.
Egidio Torre descargó su rabia sobre la mayoría de ellos porque eran sirvientes de quienes él sospechó que mataron a su hermano. Fueron seis años lejos de la vida, de dandis, de bolsillos apretados; de «sacarle la vuelta a la querida» porque no había dinero más que para pagar la letra del carro y el mandado.
Para rematar, en el 2016, Egidio Torre Cantú le dejó el poder a Francisco Javier García Cabeza de Vaca. ¿Creen que iba a dejarle el poder a Baltazar Hinojosa, quien se regresó veloz en su camioneta un par de minutos antes de que asesinaran a Rodolfo Torre Cantú cuando iba a su encuentro?
Ya se imaginan el shock de los periodistas VIP de Tamaulipas.
Otros seis años de picar piedra.
En el caso de Francisco Cuellar Cardona (quien fuera mi jefe en El Expreso de Mante), hoy Director de Comunicación Social del Gobierno de Tamaulipas, logró engañar al Estado mexicano para parasitar el Mecanismo de Protección a Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
Una cuenta troll que acusaron ser de Cabeza de Vaca (sin embargo, según investigaciones de la misma FGR, sería un trabajador de Lalo Gattas) amenazó a su familia vinculándola como operadores de Los Zetas. También vincularon a su hijo Ilich Cuellar en Facebook. Lo extraño es que el crimen organizado en Tamaulipas no hace eso. Van directamente a tu casa y él lo sabe.
Así, la familia de Cuellar Cardona se enquista en el Mecanismo federal, y les asignaron un refugio en EDOMEX, después en Monterrey, donde, con apoyo de Ruiz Pachuca y Guillermo Martínez, director de Comunicación Social del sexenio de Egidio Torre Cantú, les consiguieron “chayote”. Por cierto, Cabeza de Vaca también les pagó sin trabajar, junto con la UAT, a él y a su esposa.
Mientras tanto, en Victoria, la camada de periodistas VIP, sufría la desaparición de colegas, las balaceras en la calle, el miedo de salir de casa. Todo lo que, sin duda, Cuellar Cardona habrá sufrido, pero con un refugio, con una plaza de gobierno, con el dinero del erario, a salvo, cómodo, disfrutando de un país que les ha dado todo, aunque el país se desangre.
En el pasado, Cuellar Cardona guardó silencio para asegurar el chayote; hoy calla ante la violencia del narco nuevamente, y no solo eso. Ha iniciado una persecución a los agentes de la libre expresión, periodistas y redes sociales, que ventilamos ante la sociedad, las situaciones de riesgo.
Ya no es periodista, pero creo que nunca lo fue.
@GildoGarzaMx