Ante el ascenso de la violencia en Tamaulipas en los últimos días, el Director de Comunicación Social del Gobierno del Estado, Francisco Cuéllar, hizo todo mal.
En lugar de establecer una estrategia oficial de alertas mediante una vocería oficial, de inicio, el Gobierno de Tamaulipas decidió utilizar la infame estrategia de Guillermo Martínez, la operación avestruz. Todos los funcionarios, incluyendo al Gobernador Américo Villarreal Anaya, decidieron negar y ocultar la acometida de grupos criminales al interior del Estado.
Y si esa estrategia no funcionó hace 13 años, hoy menos.
Los dichos del Gobernador, de su Director de Comunicación Social y de los coristas chaparros, periodistas sexagenarios que siempre han vivido del erario, fueron apabullados por la ola de videos y alertas en WhatsApp, el servicio de mensajería que nuevamente fungió como una red social, donde no existen cuentas bots y trolls desvirtuando información.
Los grupos familiares se llenaron de ubicaciones en tiempo real para monitorear los traslados de los integrantes de los núcleos más cercanos.
En cuestión de horas, la problemática había alcanzado relevancia nacional.
En vez de forzar al Gobernador a dar un mensaje contundente, la reacción del equipo de Francisco Cuéllar fue hibridar la estrategia del Gobierno de Egidio con una campaña de descrédito a los reporteros que estaban sirviendo como puentes de información para informar de las Situaciones de Riesgo, apelando al modelo morenista de hacerse las víctimas.
El resultado fue peor. Su patrón, el Gobernador Américo Villarreal Anaya, quedó como un “tibio” al apelar a la politización de la violencia, cuando la realidad los estaba rebasado.
A la gente en general no le interesa la política, le interesa que sus seres queridos se encuentren seguros.
La escalada de violencia debió ser afrontada con valentía. La percepción de la ciudadanía es que Tamaulipas nuevamente está en manos de un cobarde. El daño ya está hecho y es irreversible.
Los ataques a comunicadores por parte de la clica de juniors que realmente mangonean a Francisco Cuéllar debe parar. No es lo mismo el ejército digital que eran los masieles, a los caguengues que juegan a creer que saben de redes sociales.
Le quedó grande el encargo, y si el Gobernador quiere mejorar la imagen durante su sexenio, Cuéllar debe irse.
Jiribilla
Cabeza de Vaca fue un buen producto y se vendió bien; pero tuvo en Comunicación Social a un hampón como Francisco García, que al final fue traicionado por los coristas chaparros. Si no hay cambios en Gobierno del Estado, es probable que la historia se repita y de peor manera.