En un esfuerzo por cambiar la percepción pública, María Luisa Albores González, directora general de Segalmex, Diconsa y Liconsa, anunció el martes que las 24,516 Tiendas Diconsa en todo el país adoptarán un nuevo nombre: «Tiendas Bienestar para generar felicidad». Esta medida, presentada como una solución innovadora durante la conferencia de prensa de la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, no es más que un intento desesperado de ocultar las deficiencias estructurales y los problemas de corrupción que asolan estas instituciones.
Ubicadas en más del 90% de los municipios de México, las Tiendas Diconsa han sido históricamente un reflejo de la ineficacia del gobierno en la distribución de productos básicos y en el apoyo a la población más vulnerable. La rehabilitación y la nueva imagen que prometen son solo un barniz que oculta la podredumbre detrás de las operaciones de Diconsa, donde la transparencia y la rendición de cuentas son más bien un espejismo.
Mientras el país se sumerge en una crisis de pobreza y desigualdad, el cambio de nombre de estas tiendas suena a una burla para quienes dependen de ellas. En lugar de abordar los problemas reales que afectan a los ciudadanos, las autoridades prefieren jugar con las palabras y la imagen pública, en un acto que revela la falta de compromiso genuino hacia el bienestar de la población.
La pregunta que queda es: ¿Cuánto tiempo más se permitirá que estos engaños continúen, mientras la corrupción sigue enraizada en el sistema? El cambio de nombre puede generar sonrisas momentáneas, pero no resolverá la realidad cruda de un país que necesita reformas profundas y un verdadero compromiso con la justicia social.