Las personas indígenas son, por mucho, las que sufren mayor discriminación, rezago, pobreza y carencia de servicios, así como las que presentan un índice más alto de violación a sus derechos humanos. En México, ser indígena es una doble sentencia que condena, en la enorme mayoría de los casos, a ser pobre y discriminado y, además, a permanecer en ese estado durante toda la vida. Cualquier crisis económica, educativa, de salud, social, política, o de cualquier índole, impacta en mayor medida a las personas indígenas, por el simple hecho de que presentan un nivel de vulnerabilidad mucho más alto que el resto de la población.
Si la epidemia de COVID-19 ha generado estragos en la población y en la economía en general, prima facie, podemos afirmar que estas afectaciones son mucho más graves en la población indígena. Será tarea de los investigadores escudriñar, en el corto plazo, la realidad que están viviendo los indígenas en sus comunidades y en las ciudades, pero con los escasos datos que hay disponibles hoy en día, ya podemos darnos una buena idea de que la epidemia de COVID-19 en este segmento poblacional puede considerarse un problema de salud mucho más grave que en el resto de la población.
El Instituto Nacional de los Pueblos Indígenas (INPI) ha publicado un reporte denominado “COVID-19 México: Panorama en población que se reconoce como indígena”, actualizado con información oficial de la Secretaría de Salud al 18 de julio de este año, que demuestra estas afirmaciones. El reporte muestra que 4,643 personas que se reconocen como indígenas han enfermado de covid-19. De éstas, Yucatán tiene 745 (16%); Oaxaca 479 (10.31%); el Estado de México 435 (9.36%); la Ciudad de México 355 (7.64%) y San Luis Potosí 295 (6.35%), es decir, 2,309 personas indígenas confirmadas con covid-19, es decir, el 49.73% se concentró en cinco entidades federativas.
Hasta aquí, los datos podrían indicar que no se ha dado una propagación generalizada del virus en población indígena, pero antes de afirmarlo debemos tomar en cuenta que, si en la población urbana el índice de pruebas para detectar el virus SARS-CoV-2 es ínfimo y por lo tanto se estima que existe un subregistro muy considerable de casos –de acuerdo con lo declarado alguna vez por el propio subsecretario López-Gatell, podría ser de entre ocho y 12 veces-, debemos también ponderar que en las regiones indígenas no existe la infraestructura hospitalaria y de laboratorios que hay en la ciudades, por lo que el subregistro debe ser infinitamente mayor. No podemos cantar como victoria tener un número reducido de casos en población indígena, porque lo más probable es que no tenemos ni idea de cuántos casos existen en realidad.
Pero más grave aún es la información relativa al índice de mortalidad en población indígena. El reporte indica que 733 personas indígenas han fallecido por COVID-19, es decir, el 15.78%. Al 22 de julio, el porcentaje total de muertes en el país fue de 11.36%, por lo que podemos concluir, con datos oficiales, que el índice de mortalidad es mayor en poco más de 4% en la población indígena.
Esto ya debería ser suficiente para llamar la atención de las autoridades de salud en el país, pero hay aún otros indicadores que muestran un panorama más preocupante: el porcentaje de mortalidad por entidad federativa.
Al desglosar la información, los datos del INPI nos arrojan que hay estados en los que, para la población indígena, enfermar de covid-19 significa una condena de muerte. Estos son los 10 estados con mayor porcentaje de muertes por COVID-19: En Morelos, el 40.38% de los enfermos indígenas fallecieron, casi uno de cada dos, lo que debería ser un dato de escándalo; en Puebla fue el 28.81%; en Quintana Roo el 26%; en Sinaloa el 22.22%; en Oaxaca el 19.41%; en Tlaxcala el 19.35%; en Baja California el 18.81%; en el Estado de México el 18.16%; en Baja California Sur el 16.66% y en Hidalgo el 16.47%. ¿Qué está pasando en estos estados que propicia que la población indígena muera en porcentajes tan elevados?
No saben por qué mueren
En esta semana, El Universal publicó un reportaje de Alberto López Morales, intitulado La gente está muriendo y no sabemos por qué, alertan indígenas de Oaxaca en el que se recogen testimonios que afirman que, en la zona indígena de Los Chimalapas, muchas personas están muriendo por una causa desconocida, presentando síntomas como tos, fiebre, diarrea, dolor de pecho, dificultad para respirar (se ahogaban) y que afecta más a los adultos mayores. Seguramente en esa región no se hacen pruebas de COVID-19. ¿Cuántas regiones indígenas estarán pasando por lo mismo? La realidad “quizá” sea mucho peor de lo que hay en el diagnóstico oficial.