Ciudad de México.- El gobierno de Claudia Sheinbaum avanza sin titubeos hacia la desaparición de siete organismos autónomos, comenzando por el Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI). Este movimiento no solo representa un golpe a la rendición de cuentas, sino que evidencia la consolidación de un poder centralizado y autoritario que amenaza con borrar las herramientas ciudadanas para fiscalizar al gobierno.
La eliminación del INAI es más que una decisión presupuestaria o un gesto de austeridad republicana: es una vendetta política orquestada desde el Palacio Nacional. El instituto, creado para garantizar el acceso a la información y proteger datos personales, ha sido una piedra en el zapato de López Obrador y su círculo cercano. Desde las revelaciones sobre la Casa Gris de José Ramón López Beltrán hasta los contratos que evidenciaron el tráfico de influencias en proyectos insignia como Dos Bocas y el Tren Maya, el INAI se ha convertido en un enemigo incómodo para el régimen.
Con su desaparición, Sheinbaum ejecuta una de las tareas más importantes del legado de AMLO: silenciar a los vigilantes del poder. Esta medida no es casualidad; es el cierre del ciclo de venganza de López Obrador contra las instituciones que osaron incomodarlo. Ahora, la promesa oficial es que la transparencia recaerá en una Secretaría Anticorrupción dependiente del Ejecutivo. Pero, ¿qué tan transparente será un gobierno que pretende ocultar los negocios de los hijos del presidente y los tratos en lo oscurito de sus amigos?
La paradoja de la transparencia
Lo irónico de esta situación es que López Obrador, antes de llegar al poder, fue uno de los principales beneficiarios del sistema de transparencia. Gracias a ello, pudo apuntalar denuncias y críticas contra gobiernos anteriores, logrando posicionarse como un férreo defensor de los derechos ciudadanos. Hoy, en cambio, busca desmantelar lo que alguna vez defendió, con Sheinbaum como ejecutora de una agenda que prioriza la lealtad ciega y la opacidad institucional.
La desaparición del INAI no es una discusión técnica ni económica; es un paso decidido hacia el autoritarismo. Sin transparencia, las voces críticas pierden una de sus herramientas más valiosas para confrontar la corrupción. Lo que antes era una herramienta para vigilar el poder, ahora será un simple apéndice del gobierno, diseñado para proteger a los mismos a quienes debería investigar.
Complicidad y silencio
Es alarmante la complicidad de muchos actores políticos que antes defendieron la creación y fortalecimiento de organismos como el INAI. Su silencio, hoy, es evidencia de cómo la cercanía al poder anula los principios. Si esta medida hubiera sido implementada por Peña Nieto, la indignación sería absoluta, pero el régimen actual cuenta con la pasividad de quienes prefieren la comodidad del sistema.
Lo que Claudia Sheinbaum y AMLO están logrando no es solo la muerte del INAI, sino la instauración de un gobierno que opera bajo reglas de opacidad y venganza. La desaparición de organismos autónomos como el INAI no es un acto aislado; es un eslabón más en la construcción de un régimen que avanza en la autopista de la dictadura.
Los ciudadanos deben preguntarse: si hoy muere la transparencia, ¿qué sigue?