El Gobierno federal dejó caer todo su poder mediático en las redes sociales para romantizar la muerte de 60 mil personas por COVID-19.
Más de 300 mil cuentas falsas influyendo en Facebook a usuarios fanáticos, y en ignorancia, difunden todavía que la pandemia pega en todos los países y que era algo que no se podía evitar.
¡Mediocres, como todo lo que hacen!
Lo peor, metieron a la gente la idea desde el Subsecretario, Héctor López-Gatell, sobre la apuesta a la inmunidad de rebaño, que consiste en “dejar que el 60% de la población se contagiara para alcanzar una inmunidad”.
Y para empeorar el escenario, los hospitales para COVID-19, deficientes, sin personal preparado, con un sistema de suministros sumamente ralentizado.
Así, miles de personas murieron, entre esto, mucha gente empleada en la salud como médicos importantes, y no se alcanzó la inmunidad; incluso, muchos contagiados volvieron a enfermar de SARS-COV-2 porque no existe tal inmunidad.
Técnicamente, orillaron a que el país se enfermara porque este escenario “catastrófico” –en palabras de López-Hatell-, se pudo haber minimizado.
Desde que empezó la pandemia, hubo un sector orientado hacia la ciencia y la estrategia que volteó a ver la reacción de los países que ya estaban siendo “infectados” por la pandemia.
Principalmente Japón.
La cruda realidad es que el Gobierno tuvo tres meses para estudiar, elegir, y aplicar una estrategia para disminuir al máximo el número de contagios; muchos científicos y estrategas sociopolíticos aconsejaron que siguiéramos el ritmo de Japón.
Las recomendaciones las hubo desde la comunidad científica en la que participaron instituciones como la UNAM, el Tecnológico de Monterrey, y un vasto número de estrategas que aconsejaron al Presidente, Andrés Manuel López Obrador, cerrara las puertas al virus.
La estrategia consistía en controlar cada acceso al país; inmovilizar a los pasajeros, turistas, hombres de negocios, en sitios apartados hasta que se definiera su estado de salud.
Japón hacía esto; llevaba directamente a las miles de personas que entraban al país, a hoteles donde eran obligados a permanecer en tanto no se definiera si estaban enfermos, o gozaban de la sanidad.
Les eran colocados brazaletes GPS para vigilar que no se movieran de ahí durante el tiempo en que los efectos del virus se manifestaran; dependiendo de la situación, eran reinsertados a la sociedad, o mantenidos en cuarentena obligatoria para evitar contagiar a más personas; hospitalización si era necesario.
Así, lograron mantener hasta hace un mes, un universo de 3100 contagios en todo el país, aunque en los últimos meses, la confianza les hizo perder el control, y disparó el número de infectados en 34 mil…
Pero esa estrategia funcionó, porque Nueva Zelanda la aplicó también y es de los únicos países que registra cero contagios.
La estrategia para evitar la pandemia, era simple; evitar que el virus entrara porque los mexicanos gozamos de una pésima cultura y disciplina, pero el Presidente autorizó el arribo de un barco con 60 personas infectadas.
No hubo ningún tipo de filtro para ellos; tampoco para quienes llegaban por aeropuertos, y desde ahí, siguen las cosas igual, y lo peor; jamás cerraron los puentes y accesos internacionales por los que Estados Unidos, el país con más infectados, nos metió en deportaciones, miles de indocumentados contagiados que convirtieron ciudades como Juárez, Tijuana, Reynosa, Nuevo Laredo, en zonas donde la muerte sorprendió a muchos en las calles.
El Gobierno de López Obrador no hizo caso a nada.
Dejaron esta excelente estrategia que pudo haber evitado miles de muertes, y apostaron a la “inmunidad de rebaño” en un escenario en el que al menos, un 10 % de la población, padece diabetes, un 25.5 % hipertensión, y el 36.1% obesidad.
No iban a educar y disciplinar a la sociedad como a los japoneses, iban a evitar al máximo la entrada de contagiados al país.
Lo peor, es que en este escenario de muerte, el Gobierno de López Obrador ha construido un modelo de negocio desde la pandemia en la que reprimen las soluciones que ya existen para combatir al COVID-19.
La vacuna Sputnik V., que ha fabricado Rusia, ha dejado buenos resultados, y permea inmunidad por dos años, y ya está siendo aplicada, pero México se sumó a una evidente campaña mediática de desprestigio en la que ponen en duda su capacidad.
Buscan ganar tiempo para que las empresas occidentales, AstraZeneka, proyecto del que tomó parte como accionista, Carlos Slim, desarrollen la que aplicarán en Latinoamérica; sí, hasta dentro de tres o cuatro meses… tres meses en que muchas personas no lograran alcanzarla.