Las campañas políticas en puerta son más que un pleito por los espacios del poder.
Lo que significa este encuentro electoral, va más allá del estereotipo de un proceso electoral común, y abre un dilema que no cualquier persona alcanza a discernir; elegir cuál camino es el menos peor.
Lo que refiero es que gran parte de la sociedad había venido buscando extirpar la imperante corrupción desde siempre, que obligó a millones a desterrar del poder a los partidos del PRI y del PAN, y dar paso a Movimiento de Regeneración Nacional desde Andrés Manuel López Obrador.
Pero esta decisión dio cabida a la entrada de una serie de ideologías que ya trastocaron las costumbres y cultura de nuestro país, principalmente en el sur, y que hoy, en tiempo de elecciones, acecha al norte de México.
Y fue gratis, porque la corrupción no se acabó, incluso, está peor que nunca, y respaldada descaradamente por el Estado mexicano.
Nuestro estado tendrá que elegir entre los mismos caciques de siempre; ladrones, «factureros», intolerantes, déspotas, amantes del presupuesto, representados principalmente por el Partido Acción Nacional, y una serie de aliados, que quieran o no, dan continuidad a la preservación de nuestra cultura.
Y del otro lado, Movimiento de Regeneración Nacional conformado por los peores residuos del PRI, igual de rateros, pero exponencialmente más nepotistas y mediocres, inyectados con ideologías radicales, como la negación a cualquier verdad que no les convenga, la invalidación y satanización de la institución, de la academia y profesionlización, para dar paso a la romantización de la pobreza.
Para agregarles más, inquisidores de la Libertad de Expresión, de la cultura del respeto al prójimo y su libertad de opinión.
Para simplificar todo este contexto, tenemos un pleito entre quienes representan la corrupción, las problemáticas de siempre, y los que no sólo la representan, sino, que buscan cambiar nuestra cultura, deformarla, e inducirnos como sociedad hacia el adoctrinamiento, el dogma, la sumisión a un ideal representado por un ser mesiánico que entregará su cetro al siguiente para proseguir con el vicio.
Si gana el PAN en Tamaulipas, la vida continuará como siempre, los mismos problemas; si gana MORENA, sería lo mismo, pero estaríamos siendo bombardeados por doctrinas que terminarán convirtiendo a las masas vulnerables en una especie de trogloditas resentidos, hambrientos de odio y rencor, y daría parte a lo que ya ocurre en el sur del país; un linchamiento a todo aquel que no comulgue con esas ideas de la izquierda, en un camino sin regresión.
Sería regresar a la mesoamérica en pleno siglo XXI.
Pero una cosa es cierta, la corrupción es un problema doméstico que se arregla en casa; la contaminación ideológica de nuestra cultura, jamás.
Usted decidirá.