En Querétaro, la discusión por el agua se ha llenado de ruido. Lo que debería ser una conversación técnica, responsable y con visión de futuro, ha terminado atrapada en una guerra de declaraciones, tergiversaciones y videos malintencionados. En el centro de esta polémica se encuentra el proyecto “Batán Agua para Todos”, una obra sin precedentes a nivel nacional que propone resolver de fondo el abasto hídrico de la zona metropolitana durante los próximos 20 años.
Pero a medida que el proyecto avanza, también asoman sus detractores: un grupo de morenistas encabezados por Gilberto Herrera Ruiz, que en vez de plantear alternativas, ha optado por torpedear la iniciativa con argumentos distorsionados y especialistas a modo. Una oposición construida más desde el ego que desde el interés público.
Agua sí, mentiras no
El proyecto, diseñado por la Comisión Estatal de Aguas (CEA) y respaldado tanto por el gobierno de Mauricio Kuri González como por la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), no es una privatización, no implica deuda pública ni aumentará tarifas, como han querido hacer creer quienes insisten en boicotearlo sin una propuesta técnica real.
Así lo aclaró con contundencia el titular de la CEA, Luis Alberto Vega Ricoy, quien rechazó que se esté contemplando la contratación de algún crédito para su ejecución. “No se endeudará al estado, ni habrá concesiones del servicio a particulares. El agua seguirá bajo control del Estado. El recibo que hoy llega a los hogares seguirá llegando de la CEA”, sentenció.
El costo de la primera etapa será de 10 mil millones de pesos, no los 41 mil millones que algunos voceros de Morena han mencionado sin sustento. La infraestructura proyectada incluye una planta de tratamiento de aguas residuales con capacidad de 1,700 litros por segundo, el uso estratégico de la presa El Batán como depósito de almacenamiento, y la distribución de agua tratada para riego, industria y consumo humano. Sí, para consumo humano, con los más altos estándares de calidad, tal como ya fue autorizado por la CONAGUA y respaldado por la presidenta Claudia Sheinbaum Pardo, así como por el propio Andrés Manuel López Obrador durante su gestión.
Entonces, ¿de dónde viene la resistencia? La respuesta parece menos técnica que política. Gilberto Herrera y su grupo –marginados del diseño del proyecto– han decidido minarlo con guerra sucia, videos sesgados y supuestos “expertos” que, en el fondo, responden a intereses de facción. Lo que no les consultaron, ahora lo quieren dinamitar. No por el bien del agua, sino por celos políticos y afán de protagonismo.
Una visión de futuro… saboteada desde el pasado
“Batán Agua para Todos” es, en esencia, un ejemplo de economía circular aplicada a la gestión hídrica. Una visión moderna, replicada en países como Singapur o Israel, que apuesta por el reúso eficiente del agua tratada, la sostenibilidad del recurso y el fortalecimiento de la infraestructura estatal. En lugar de cavar más pozos o buscar agua donde ya no hay, el proyecto busca cerrar ciclos y cuidar lo que ya se tiene.
El esquema es público, transparente y técnicamente sólido. Como explicó Vega Ricoy, el Estado aporta tierra, infraestructura y coordinación, y todo se mantiene bajo su propiedad. No hay venta del recurso, no hay concesiones ocultas ni privatización encubierta. Es el mismo modelo que opera actualmente en Acueducto II, con eficiencia y bajo control estatal. Todo esto ha sido ya presentado a los diputados, avalado por autoridades federales y reconocido por organismos nacionales de agua como la ANEAS.
Y aun así, el grupo de Herrera insiste en construir su narrativa apocalíptica. Porque cuando no hay capacidad para proponer, el ruido se convierte en herramienta. Y el problema no es que hagan política, sino que manipulen la información para confundir a la ciudadanía en un tema tan delicado como el agua.
El agua como herramienta política
El agua debería ser punto de encuentro. En un estado con crecimiento acelerado, estrés hídrico y necesidad de nuevas soluciones, apostarle a un modelo como Batán es un paso firme hacia la prevención y la sustentabilidad. Sin embargo, desde algunas trincheras se ha optado por convertir el tema en un arma electoral. Se difunden cifras infladas, se niega la calidad del agua tratada, se siembra miedo con la idea de “privatización” y se convocan foros con expertos alineados políticamente, más interesados en el aplauso que en la solución.
Pero la ciudadanía merece información clara: el proyecto ya está en marcha, cuenta con respaldo presidencial, validación técnica y financiamiento público. Y no, no habrá aumento en las tarifas, como se ha querido hacer creer en redes sociales. El costo del servicio no cambiará y los recibos seguirán siendo emitidos por la CEA. Tampoco habrá crédito ni deuda para las finanzas estatales. La inversión se hará con recursos gestionados ante la Federación y la aportación directa del gobierno estatal, sin comprometer el futuro financiero de Querétaro.
El futuro ya empezó. El que no proponga, que no estorbe
Lo que molesta no es el proyecto, sino que se haya hecho sin pedir permiso a quienes se sienten dueños del timón político. Lo que indigna a ese grupo no es que el agua llegue, sino que no pase por sus manos. Y eso no es oposición: eso es chantaje disfrazado de crítica.
En tiempos de sequía institucional, un proyecto como Batán no puede naufragar por las mezquindades de quienes nunca han tenido una idea, pero sí muchas ganas de sabotear. La política hídrica de Querétaro se está definiendo ahora, no en 2027. Y como bien dijo Vega Ricoy, se trata también de un cambio cultural: aprender a valorar el reúso, confiar en la técnica, y entender que la prevención no da aplausos inmediatos, pero sí resultados duraderos.
El mensaje está claro: Querétaro necesita agua, no ruido.
Y a quienes no tienen propuesta, al menos se les debería exigir una cosa:
que no estorben.
