Ciudad de México.- El 3 de mayo de 2021, la Ciudad de México fue testigo de una de las tragedias más devastadoras de los últimos años: un tren del Metro se desplomó tras ceder parte del tramo elevado de la Línea 12, dejando un saldo de 26 personas fallecidas y 100 heridas. Este evento no solo marcó un día negro en la historia de la ciudad, sino que también evidenció graves fallas estructurales y de seguridad que han quedado sin resolver hasta el día de hoy.
Claudia Sheinbaum y su responsabilidad
Claudia Sheinbaum, la jefa de Gobierno de la Ciudad de México en ese momento, ha sido señalada repetidamente por su presunta negligencia y falta de acción ante las señales de peligro inminente en la Línea 12. Se ha argumentado que su administración priorizó la imagen y el ahorro económico sobre la seguridad de los usuarios del Metro. Los recortes presupuestarios para el mantenimiento de la infraestructura del transporte público, incluida la Línea 12, son solo un ejemplo de la gestión irresponsable que contribuyó a esta tragedia.
Desinterés por la justicia y la reparación
Tres años después del desplome, la impunidad persiste. Ningún responsable ha sido llevado ante la justicia, lo que envía un mensaje alarmante sobre la falta de rendición de cuentas en las altas esferas del gobierno. Mientras tanto, las víctimas y sus familias siguen en una búsqueda interminable de justicia y reparación. Los acuerdos de reparación alcanzados por el gobierno parecen insuficientes para compensar el daño sufrido y no abordan adecuadamente las causas subyacentes de la tragedia.
Corrupción y desinterés político
La tragedia en la Línea 12 también ha expuesto la corrupción arraigada y el desinterés político en abordar los problemas estructurales del país. Más allá de las declaraciones de condena y promesas de acción, pocas medidas significativas se han tomado para prevenir futuros desastres similares. La impunidad de los responsables y la falta de reformas significativas en el sistema de transporte público reflejan un fracaso sistémico para proteger la vida y el bienestar de los ciudadanos.
A tres años de la tragedia en la Línea 12 del Metro, la indignación y la frustración persisten. Es evidente que se necesita un cambio fundamental en la forma en que se abordan la seguridad y la infraestructura en la Ciudad de México y en todo el país. Mientras tanto, las víctimas y sus familias siguen esperando justicia, mientras que los responsables evaden las consecuencias de sus acciones. Esta tragedia continuará siendo un recordatorio sombrío de las fallas profundas en el sistema político y administrativo de México hasta que se tomen medidas concretas para abordarlas.
