La situación de violencia y criminalidad que enfrenta México al inicio del sexenio de Claudia Sheinbaum es alarmante. El reciente asesinato del alcalde de Chilpancingo, Alejandro Arcos, resalta la brutalidad del crimen organizado y el vacío de autoridad que persiste en diversas entidades. Esta realidad plantea un desafío inmediato y complejo para el nuevo gobierno, que debe demostrar efectividad en su estrategia de seguridad.
La presentación de la Estrategia Nacional de Seguridad se convierte en una prueba crucial. La propuesta de un «gabinete alterno» que integre diversas instituciones, como la Unidad de Inteligencia Financiera (UIF) y la Procuraduría Fiscal, indica un enfoque más integral para atacar las finanzas del crimen organizado, especialmente en el lavado de dinero. Sin embargo, la eficacia de esta estrategia dependerá de la capacidad de los nuevos líderes, como Omar García Harfuch, para implementar medidas concretas en un entorno altamente desafiante.
La herencia de un Estado fallido en varias regiones del país se siente en el despliegue de cuerpos policiacos controlados por la Secretaría de la Defensa Nacional, lo que plantea preguntas sobre la confianza en las fuerzas armadas y la posibilidad de un regreso a la militarización de la seguridad pública. El enfoque en los municipios más violentos, como Tijuana y León, es un paso necesario, pero la implementación efectiva de las fuerzas de tarea requerirá coordinación y transparencia.
El contexto de asesinatos, que ha comenzado con un promedio diario alarmante, añade presión a la administración de Sheinbaum. Con cerca de 500 homicidios en su primera semana, es esencial que el gobierno no solo defina acciones claras, sino que también establezca un sistema de rendición de cuentas y una evaluación continua de sus políticas.
A medida que se desarrolla esta estrategia, la participación de la Fiscalía General de la República y la Unidad de Inteligencia Financiera será fundamental para abordar la corrupción y las redes delictivas que operan dentro del propio sistema gubernamental. Sin una cooperación real y efectiva entre estas instituciones, los esfuerzos por pacificar al país podrían quedar en el papel.
La estrategia de seguridad es, por tanto, una auténtica hazaña que enfrenta a la presidenta Sheinbaum y su gabinete. No solo deben lidiar con las consecuencias inmediatas de la violencia, sino también construir un camino hacia la estabilidad y la confianza ciudadana, crucial en un momento en que la percepción de inseguridad está arraigada en la vida diaria de millones de mexicanos. La sociedad observa de cerca cómo se desarrollan estos primeros 100 días y espera resultados concretos que vayan más allá de los discursos y planes estratégicos.
