En un México desgarrado por el dolor y la incertidumbre, la presidenta Claudia Sheinbaum proclama una disminución en los homicidios dolosos, pero silencia el clamor de las familias de los más de 115,577 desaparecidos registrados hasta septiembre de 2024. Este número, marcado por una continua ascensión, revela una crisis que se profundiza bajo su administración, contrastando con las celebraciones oficiales.
Desapariciones en aumento
A pesar de los esfuerzos anunciados y las legislaciones promulgadas, el incremento de personas desaparecidas en México no cesa. Con un alarmante 6.3% de aumento solo en 2024, los estados de Jalisco, Tamaulipas y Estado de México lideran las estadísticas sombrías. La impunidad casi total y la falta de resultados concretos en las investigaciones siguen siendo la norma, no la excepción.
Estrategias fallidas
Las familias de las víctimas, desesperadas y solas, continúan su búsqueda sin un apoyo gubernamental efectivo. La incapacidad del gobierno para proporcionar respuestas y la baja tasa de resolución judicial, donde solo entre el 2 y el 6% de los casos llegan a los tribunales, exacerbando el tormento de quienes buscan justicia.
El negocio de la muerte y la desaparición
Informes indican que los cárteles han evolucionado no solo para controlar territorios sino para manejar las «desapariciones» como método para infundir terror y mantener el control. Este modus operandi incluye reclutamientos forzados y desapariciones estratégicas, evidenciando una colusión entre la criminalidad y falencias en las políticas de seguridad.
La doble cara de la política
Mientras el gobierno se envuelve en una narrativa de éxito y avance, los datos y testimonios cuentan una historia diferente, una de negligencia y desesperanza. El país, sumido en una guerra no declarada contra sus propios ciudadanos, ve en cada desaparecido un fallo del Estado, un fallo en proteger, investigar y sancionar.
En resumen, la administración actual, lejos de resolver la raíz del problema, parece estar más enfocada en una gestión de imagen que en una solución real a la violencia y el dolor que desgarra al país. Las cifras y los hechos desmienten cualquier celebración prematura de éxito, dejando un sabor amargo de abandono en un pueblo que clama por cambio y justicia
